Eminencia/Excelencia Reverendísima,
la naturaleza y el papel de la enseñanza de la religión en la
escuela se ha convertido en objeto de debate y en algunos casos de nuevas
normativas civiles, que tienden a reemplazarla por una enseñanza del hecho
religioso de naturaleza multiconfesional o por una enseñanza de ética y cultura
religiosa, también en contraste con las elecciones y la orientación educativa
que los padres y la Iglesia quieren dar a la formación de las nuevas
generaciones.
Es por ello que, con la presente Carta Circular, dirigida a los
Presidentes de las Conferencias Episcopales, esta Congregación para la Educación
Católica, cree necesario llamar la atención sobre algunos principios, que han
sido profundizados por la enseñanza de la Iglesia, como aclaración y norma sobre
el papel de la escuela en la formación católica de las nuevas generaciones; la
naturaleza y la identidad de la escuela católica; la enseñanza de la religión en
la escuela; la libertad de elección de la escuela y de la enseñanza religiosa
confesional.
I. El papel de la escuela en la formación católica de las
nuevas generaciones
1. La educación se presenta hoy como una tarea compleja, desafiada
por rápidos cambios sociales, económicos y culturales. Su misión específica
sigue siendo la formación integral de la persona humana. A los niños y a los
jóvenes debe ser garantizada la posibilidad de desarrollar armónicamente las
propias dotes físicas, morales, intelectuales y espirituales.
Ellos, también, deben ser ayudados a perfeccionar el sentido de
responsabilidad, a aprender el recto uso de la libertad, y a participar
activamente en la vida social (Cf.
c. 795 Código de Derecho
Canónigo [CIC]; c. 629 Código de los Cánones de las Iglesias Orientales
[CCEO]). Una enseñanza que desconozca o que ponga al margen la dimensión moral y
religiosa de la persona sería un obstáculo para una educación completa, porque
“los niños y los adolescentes tienen derecho a que se les estimule a apreciar
con recta conciencia los valores morales y a aceptarlos con adhesión personal y
también a que se les estimule a conocer y amar más a Dios”. Por esto el Concilio
Vaticano II solicitó y recomendó “a todos los que gobiernan los pueblos o están
al frente de la educación, que procuren que la juventud nunca se vea privada de
este sagrado derecho” (Declaración
Gravissimum
educationis [GE] ,1).
2. Una tal educación solicita la contribución de muchos sujetos
educativos. Los padres, ya que han transmitido la vida a los hijos, son los
primeros y principales educadores (Cf.
GE
3; Juan Pablo II, Exhortación apostólica
Familiaris
consortio [FC], 22 de noviembre de 1981, 36;
c. 793 CIC; c. 627
CCEO). Por esta razón, compete a los padres católicos, cuidar la educación
cristiana de sus hijos (
c. 226 CIC; c. 627
CCEO). Para este deber primario, los padres necesitan la ayuda subsidiaria de la
sociedad civil y de otras instituciones. En efecto: “La familia es la primera,
pero no la única y exclusiva, comunidad educadora” (
FC
40; Cf.
GE
3).
3. “Entre todos los medios de educación, el de mayor importancia
es la escuela” (
GE
5) que es “ayuda primordial para los padres en el cumplimiento de su deber de
educar" (c.
796 §1
CIC), particularmente para favorecer la transmisión de la cultura y la
educación a vivir juntos. En estos ámbitos, en conformidad también con la
legislación internacional y los derechos del hombre, “debe asegurarse
absolutamente el derecho de los padres a la elección de una educación conforme
con su fe religiosa” (
FC
40). Los padres católicos “han de confiar sus hijos a aquellas escuelas en las
que se imparta una educación católica” (
c. 798 CIC) y, cuando
eso no es posible, tienen que suplir la falta de ésta (Cf. ibidem).
4. El Concilio Vaticano II “recuerda a los padres la grave
obligación que les atañe de disponer, y aún de exigir”, que sus hijos puedan
recibir una educación moral y religiosa, y de esta forma, “progresen en la
formación cristiana a la par que en la profana. Además, la Iglesia aplaude
cordialmente a las autoridades y sociedades civiles que, teniendo en cuenta el
pluralismo de la sociedad moderna y favoreciendo la debida libertad religiosa,
ayudan a las familias para que pueda darse a sus hijos en todas las escuelas una
educación conforme a los principios morales y religiosos de las familias” (
GE
7).
En síntesis:
- La educación se presenta hoy como una tarea compleja, vasta y
urgente. La complejidad actual corre el riesgo de hacer perder lo esencial, es
decir, la formación de la persona humana en su integridad, en particular por
cuanto concierne la dimensión religiosa y espiritual.
- La obra educativa, incluso cuando es realizada por más
sujetos, tiene en los padres los primeros responsables de la educación.
- Tal responsabilidad también se ejercita en el derecho a
elegir la escuela que garantice una educación conforme a los propios principios
religiosos y morales.
II. Naturaleza e identidad de la escuela católica: derecho a una
educación católica para las familias y para los alumnos. Subsidiariedad y
colaboración educativa
5. Tanto en la educación como en la formación la escuela católica
desempeña una función particular. En el servicio educativo escolar se han
distinguido y, aún hoy siguen dedicándose de manera admirable, muchas
comunidades y congregaciones religiosas pero es toda la comunidad cristiana y,
en particular, el Ordinario diocesano quienes tienen la responsabilidad de
“disponer lo necesario para que todos los fieles reciban educación católica” (
c. 794 §2 CIC) y, más
precisamente, para tener “escuelas en las que se imparta una educación imbuida
del espíritu cristiano” (
c. 802 CIC; Cf. c.
635 CCEO).
6. Una escuela católica se caracteriza por el vínculo
institucional que mantiene con la jerarquía de la Iglesia, la cual garantiza que
la enseñanza y la educación estén fundadas en los principios de la fe católica y
sean impartidas por maestros de doctrina recta y vida honesta (Cf.
c. 803 CIC; cc. 632 y
639 CCEO). En estos centros educativos, abiertos a todos los que compartan y
respeten el proyecto educativo, se tiene que alcanzar un ambiente escolar
impregnado del espíritu evangélico de libertad y de caridad, que favorezca un
desarrollo armónico de la personalidad de cada individuo. En este ambiente, se
coordina el conjunto de la cultura humana con el mensaje de la salvación, de
modo que el conocimiento del mundo, de la vida y del hombre, que los alumnos
poco a poco adquieren, sea iluminado por el Evangelio (Cf.
GE
8; c. 634 §1 CCEO).
7. De este modo, se asegura el derecho de las familias y de los
alumnos a una educación auténticamente católica y, al mismo tiempo, se alcanzan
los demás fines culturales, de formación humana y académica de los jóvenes, que
son propios de cualquiera escuela (Cf. c. 634 §3 CCEO;
c. 806 §2 CIC).
8. Aún sabiendo cuanto hoy eso sea problemático, es deseable que,
para la formación de la persona, exista una gran sintonía educativa entre
escuela y familia, con el fin de evitar tensiones o fracturas en el proyecto
educativo. Por lo tanto es necesario que exista una estrecha y activa
colaboración entre padres, docentes y ejecutivos de las escuelas; además, es
oportuno fomentar los instrumentos de participación de los padres en la vida
escolar: asociaciones, reuniones, etc. (Cf.
c. 796 §2 CIC; c. 639
CCEO).
9. La libertad de los padres, de las asociaciones e instituciones
intermedias y de la misma jerarquía de la Iglesia de promover escuelas de
identidad católica constituyen un ejercicio del principio de subsidiariedad.
Este principio excluye "cualquier monopolio de las escuelas, que contradice los
derechos naturales de la persona humana, el progreso y la divulgación de la
cultura, la convivencia pacífica de los ciudadanos y el pluralismo que hoy
predomina en muchas sociedades” (
GE
6).
En síntesis:
- La escuela católica es un verdadero y real sujeto eclesial en
razón de su acción escolar, donde se fundan en armonía la fe, la cultura y la
vida.
- Ella está abierta a todos aquellos que quieran compartir el
proyecto educativo inspirado en los principios cristianos.
- La escuela católica es expresión de la comunidad eclesial y
su catolicidad está garantizada por las autoridades competentes (Ordinario del
lugar).
- Asegura la libertad de elección de los padres católicos y es
expresión del pluralismo escolar.
- El principio de subsidiariedad regula la colaboración entre
la familia y las distintas instituciones delegadas a la educación.
III. La enseñanza de la religión en la escuela
a) Naturaleza y finalidad
10. La enseñanza de la religión en la escuela constituye una
exigencia de la concepción antropológica abierta a la dimensión trascendente del
ser humano: es un aspecto del derecho a la educación (Cf.
c. 799 CIC). Sin esta
materia, los alumnos estarían privados de un elemento esencial para su formación
y para su desarrollo personal, que les ayuda a alcanzar una armonía vital entre
fe y cultura. La formación moral y la educación religiosa también favorecen el
desarrollo de la responsabilidad personal y social, así como de las demás
virtudes cívicas, y constituyen pues una relevante contribución al bien común de
la sociedad.
11. En este sector, en una sociedad pluralista, el derecho a la
libertad religiosa exige que se asegure la presencia de la enseñanza de la
religión en la escuela y, a la vez, la garantía que tal enseñanza sea conforme a
las convicciones de los padres. El Concilio Vaticano II recuerda que: “[A los
padres] corresponde el derecho de determinar la forma de educación religiosa que
se ha de dar a sus hijos, según sus propias convicciones religiosas (…) Se
violan, además, los derechos de los padres, si se obliga a los hijos a asistir a
lecciones escolares que no corresponden a la persuasión religiosa de los padres,
o si se impone un único sistema de educación del que se excluye totalmente la
formación religiosa.” (Declaración
Dignitatis
humanae [DH] 5; Cf. c. 799 CIC; Santa Sede,
Carta
de los derechos de la familia, 24 de noviembre de 1983, art. 5, c-d).
Esta afirmación encuentra correspondencia en la
Declaración universal de los
derechos humanos (art. 26), y en muchas otras declaraciones y convenciones
de la comunidad internacional.
12.
La marginalización de la enseñanza de la religión en la
escuela equivale, al menos en práctica, a asumir una posición ideológica que
puede inducir al error o producir un daño en los alumnos. Además, se podría
crear también confusión o engendrar relativismo o indiferentismo religioso si la
enseñanza de la religión fuera limitada a una exposición de las distintas
religiones, en un modo comparativo y “neutral”. A este respecto, Juan Pablo II
decía: “La cuestión de la educación católica conlleva (...) la enseñanza
religiosa en el ámbito más general de la escuela, bien sea católica o bien
estatal. A esa enseñanza tienen derecho las familias de los creyentes, las
cuales deben tener la garantía de que la escuela pública —precisamente por estar
abierta a todos— no sólo no ponga en peligro la fe de sus hijos, sino que
incluso complete, con una enseñanza religiosa adecuada, su formación integral.
Este principio se encuadra en el concepto de la libertad religiosa y del Estado
verdaderamente democrático que, en cuanto tal, es decir, respetando su
naturaleza más profunda y verdadera, se pone al servicio de los ciudadanos, de
todos los ciudadanos, respetando sus derechos, sus convicciones religiosas”
(Discurso
a los Cardenales y a los colaboradores de la Curia Romana, 28 junio de
1984).
13. Con estos presupuestos, se comprende que la enseñanza de la
religión católica tiene una especificidad con respecto a las otras asignaturas
escolares. Efectivamente, como explica el Concilio Vaticano II: “el poder civil,
cuyo fin propio es actuar el bien común temporal, debe reconocer y favorecer la
vida religiosa de los ciudadanos; pero excede su competencia si pretende dirigir
o impedir los actos religiosos" (
DH
3). Por estos motivos corresponde a la Iglesia establecer los contenidos
auténticos de la enseñanza de la religión católica en la escuela, que garantiza,
ante a los padres y los mismos alumnos la autenticidad de la enseñanza que se
transmite como católica.
14. La Iglesia reconoce esta tarea como su
ratione materiae
y la reivindica como de competencia propia, independientemente de la
naturaleza de la escuela (estatal o no estatal, católica o no católica) en donde
viene impartida. Por lo tanto: “depende de la autoridad de la Iglesia la
enseñanza y educación religiosa católica que se imparte en cualesquiera escuelas
(…) corresponde a la Conferencia Episcopal dar normas generales sobre esta
actividad, y compete al Obispo diocesano organizarla y ejercer vigilancia sobre
la misma” (
c. 804 §1
CIC; Cf., además, c. 636 CCEO).
b) La enseñanza de la religión en la escuela católica
15. La enseñanza de la religión en las escuelas católicas
identifica su proyecto educativo. En efecto, “el carácter propio y la razón
profunda de la escuela católica, el motivo por el cual deberían preferirla los
padres católicos, es precisamente la calidad de la enseñanza religiosa integrada
en la educación de los alumnos” (Juan Pablo II Exhortación apostólica
Catechesi
tradendae, 16 de octubre de 1979, 69).
16. También en las escuelas católicas, debe ser respetada, como en
cualquier otro lugar, la libertad religiosa de los alumnos no católicos y de sus
padres. Esto no impide, como es claro, el derecho-deber de la Iglesia de enseñar
y testimoniar públicamente la propia fe, de palabra y por escrito, teniendo en
cuenta que “en la divulgación de la fe religiosa y en la introducción de
costumbres hay que abstenerse siempre de cualquier clase de actos que puedan
tener sabor a coacción o a persuasión deshonesta o menos recta” (
DH
4).
c) Enseñanza de la religión católica bajo el perfil cultural y
relación con la catequesis
17. La enseñanza escolar de la religión se encuadra en la misión
evangelizadora de la Iglesia. Es diferente y complementaria a la catequesis en
la parroquia y a otras actividades, como la educación cristiana familiar o las
iniciativas de formación permanente de los fieles. Además del diferente ámbito
donde cada una es impartida, son diferentes las finalidades que se proponen: la
catequesis se propone promover la adhesión personal a Cristo y la maduración de
la vida cristiana en sus diferentes aspectos (Cf. Congregación para el Clero,
Directorio
general para la catequesis [DGC], 15 de agosto de 1997, nn. 80-87); la
enseñanza escolar de la religión transmite a los alumnos los conocimientos sobre
la identidad del cristianismo y de la vida cristiana. Además, el Papa Benedicto
XVI, hablando a los docentes de religión, ha indicado la exigencia de "ensanchar
los espacios de nuestra racionalidad, volver a abrirla a las grandes cuestiones
de la verdad y del bien, conjugar entre sí la teología, la filosofía y las
ciencias, respetando plenamente sus métodos propios y su recíproca autonomía,
pero siendo también conscientes de su unidad intrínseca. En efecto, la dimensión
religiosa, es intrínseca al hecho cultural, contribuye a la formación global de
la persona y permite transformar el conocimiento en sabiduría de vida.” A la
consecución de tal fin contribuye la enseñanza de la religión católica, con la
cual “la escuela y la sociedad se enriquecen con verdaderos laboratorios de
cultura y de humanidad, en los cuales, descifrando la aportación significativa
del cristianismo, se capacita a la persona para descubrir el bien y para crecer
en la responsabilidad; para buscar el intercambio, afinar el sentido crítico y
aprovechar los dones del pasado a fin de comprender mejor el presente y
proyectarse conscientemente hacia el futuro” (
Discurso
a los docentes de religión católica, 25 de abril de 2009).
18. La especificidad de esta enseñanza no disminuye su naturaleza
de disciplina escolástica; al contrario, el mantenimiento de ese
status
es una condición de eficacia: “es necesario que la enseñanza religiosa escolar
aparezca como disciplina escolar, con la misma exigencia de sistematicidad y
rigor que las demás materias. Ha de presentar el mensaje y acontecimiento
cristiano con la misma seriedad y profundidad con que las demás disciplinas
presentan sus saberes. No se sitúa, sin embargo, junto a ellas como algo
accesorio, sino en un necesario diálogo interdisciplinario” (
DGC
73).
En síntesis:
- La libertad religiosa es el fundamento y la garantía de la
presencia de la enseñanza de la religión en el espacio público escolar.
- Una concepción antropológica abierta a la dimensión
trascendental es su condición cultural.
- En la escuela católica la enseñanza de la religión es
característica irrenunciable del proyecto educativo.
- La enseñanza de la religión es diferente y complementaria a
la catequesis, en cuanto es una enseñanza escolar que no solicita la adhesión de
fe, pero transmite los conocimientos sobre la identidad del cristianismo y de la
vida cristiana. Además, enriquece la Iglesia y la humanidad de laboratorios de
cultura y humanidad.
IV. Libertad educativa, libertad religiosa y educación
católica
19. En conclusión, el derecho a la educación y a la libertad
religiosa de los padres y de los alumnos se ejercitan concretamente a través de:
a) la libertad de elección de la escuela. “Los padres, cuya
primera e intransferible obligación y derecho es el de educar a los hijos,
tengan absoluta libertad en la elección de las escuelas. El poder público, a
quien pertenece proteger y defender la libertad de los ciudadanos, atendiendo a
la justicia distributiva, debe procurar distribuir las ayudas públicas de forma
que los padres puedan escoger con libertad absoluta, según su propia conciencia,
las escuelas para sus hijos.” (
GE
6; Cf.
DH
5;
c. 797 CIC; c.
627 §3 CCEO).
b) La libertad de recibir, en los centros escolares, una
enseñanza religiosa confesional que integre la propia tradición religiosa en la
formación cultural y académica propia de la escuela. “Deben esforzarse los
fieles para que, en la sociedad civil, las leyes que regulan la formación de los
jóvenes provean también a su educación religiosa y moral en las mismas escuelas,
según la conciencia de sus padres” (
c. 799 CIC; Cf.
GE
7,
DH
5). En efecto, la educación religiosa católica, impartida en cualquiera escuela,
está sometida a la autoridad de la Iglesia (Cf.
c. 804 §1 CIC; c. 636
CCEO).
20. La Iglesia es consciente que en muchos lugares en la
actualidad, como también en épocas pasadas, la libertad religiosa no es
plenamente efectiva, en las leyes y en la práctica (cfr
DH
13). En estas condiciones, la Iglesia hace cuanto es posible para ofrecer a los
fieles la formación que necesitan (Cf.
GE
7;
c. 798 CIC; c.
637 CCEO). Al mismo tiempo, de acuerdo con la propia misión (Cf. Concilio
Vaticano II, Constitución pastoral
Gaudium
et spes, 76), no deja de denunciar la injusticia que se cumple cuando
los alumnos católicos y sus familias son privados de sus derechos educativos y
es herida su libertad religiosa, y exhorta a todos los fieles a empeñarse para
que estos derechos sean efectivos (Cf.
c. 799 CIC).
Esta Congregación para la Educación Católica está convencida que
los principios mencionados anteriormente pueden contribuir a encontrar una
siempre mayor consonancia entre la tarea educativa, que es parte integrante de
la misión de la Iglesia y la aspiración de las Naciones a desarrollar una
sociedad justa y respetuosa de la dignidad de cada hombre.
Por su parte la Iglesia, ejerciendo la
diakonia de la
verdad en medio de la humanidad, ofrece a cada generación la revelación de Dios
de la que se puede aprender la verdad última sobre la vida y sobre el fin de la
historia. Esta tarea no es fácil en un mundo secularizado, habitado por la
fragmentación del conocimiento y por la confusión moral, involucra a toda la
comunidad cristiana y constituye un desafío para los educadores. Nos sostiene,
en todo caso, la certeza –como afirma Benedicto XVI– que “los nobles fines […]
de la educación, fundados en la unidad de la verdad y en el servicio a la
persona y a la comunidad, son un poderoso instrumento especial de esperanza"
(
Discurso
a los educadores católicos, 17 de abril de 2008).
Mientras rogamos a Su Eminencia/Excelencia de hacer conocer a
quienes están empeñados en el servicio y en la misión educativa de la Iglesia
los contenidos de la presente Carta Circular, le agradecemos por su
amable atención y en comunión de oración a María, Madre y Maestra de los
educadores, aprovechamos gustosos la circunstancia para transmitirle el
testimonio de nuestra consideración, confirmándonos
De Su Eminencia/Excelencia/Reverendísima
Devotísimo en el Señor
Zenon Card. GROCHOLEWSKI,
Prefecto
Jean-Louis BRUGUÈS, O.P, Secretario